Nací cuando la conocí, cuando comencé a entenderla, a escucharla, a sentirla, cuando aprendí a quererla, a amarla. Nací por ella y vivo por ella. Nací cuando empezó a darme momentos amargos pero muchos otros dulces, cuando comenzó a hacerme llorar y tantas otras veces reír.
Solo ella sabe erizarme el bello de una forma sobrehumana, solo ella sabe sacar lo mejor de mí y me da tranquilidad.
Ella, ella y solamente ella.
Está ahí cada vez que la necesito, está para darme la respuesta a cada una de mis preguntas. Ella está en mis momentos buenos y en aquellos que no son tan buenos, está ahí, siempre, tan fiel…
Cuando parece que nada tiene solución llega ella y llena mi mundo de colores.
Y es que no hay nada mejor que tumbarse en la cama, cerrar los ojos, poner los cinco sentidos en ella, dejar que todo fluya, dejar que te recorra todo el cuerpo.
Es mi vicio, mi droga, mi deseo, mi pasión, mi suerte, mi nerviosismo, mi energía, mi melancolía, ella es mis ganas y mi alegría, ella es mía; solo mía, para siempre mía.