jueves, 23 de agosto de 2012

Déjame que te cuente.


Una vez, alguien me pidió que escribiera algo sobre el amor; no sé exactamente lo que esa persona pretendía leer, pero hoy me ha parecido un buen día para escribir y… aquí estoy.

El amor es un tema universal que ha llegado a ser explotado en todos lados: en el cine, en la música, en grandes obras literarias… Es un tópico del que muchos consideran ser expertos, del que todos hemos hablado alguna vez y hasta hemos dado algún consejo; cuando realmente pienso que no sabemos exactamente qué es, ni como se percibe, ni cómo se controla.

El amor puede llevar a las nubes, nos hace hacer cosas tontas, cursis, bobas, sin importarnos las consecuencias, pero también nos hace llegar hasta lo más profundo, nos azota contra el suelo, nos vuelve locos.

Para mí el amor son kilómetros, son años, son conversaciones interminables hasta altas horas de la madrugada.
Para mí el amor  es él, él con sus cosas buenas y sus cosas malas, él con sus virtudes y sus defectos.
El amor es su sonrisa, el brillo de sus ojos, su voz…
Amor es mirarle y querer compartir con él la vida entera, cada momento, cada hora, cada segundo…
El amor es cada caricia, cada beso, cada abrazo, cada roce, cada suspiro, cada “te necesito”, cada momento de pasión, cada mirada, cada risa, cada palabra…
El amor es su forma de andar, sus gestos, sus manías, sus vicios y sus miedos.
El amor es su pelo, sus ojos, su boca, su cuello, su espalda, sus manos, sus dedos, sus piernas.

El amor es cada recuerdo, cada “quédate aquí conmigo”; el amor…, el amor es ÉL.